Todo niño necesita celebrar periódicamente encuentros verdaderos con sus padres. El encuentro verdadero no es más que atención concentrada. Es atención especialmente intensa, nacida del compromiso directo y personal. El contacto vital implica estar íntimamente abierto a las cualidades particulares y exclusivas de nuestro hijo. Los niños muy pequeños manifiestan constantemente hallarse en estado de atención concentrada. Cuando un niño que da sus primeros pasos observa una oruga, por ejemplo, queda totalmente absorbido por la vellosidad, por cada movimiento, por la forma de comer del animal. Está personalmente comprometido con la "particularidad" de la oruga.
Lo opuesto del encuentro verdadero es el encuentro en que nos mantenemos a distancia. Aquí no enfocamos íntimamente nuestra atención, nos contenemos. Vemos, pero desde la distancia; eludimos el compromiso personal. Son muchos los padres que sólo están físicamente con sus hijos, mientras el foco de su pensamiento se concentra en cualquier otra parte. La compañía sin verdadero encuentro no es compañía de modo alguno...
*Fragmento del libro "El niño feliz. Su clave psicológica", de Dorothy Corkille Briggs. Ed. Gedisa.
jueves, 19 de junio de 2008
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