"Ya había pasado varias veces que los niños olvidaban y dejaban tirado alguno de aquellos juguetes caros, con los que no se podía jugar de verdad. Pero Momo no recordaba haber visto esa muñeca a ninguno de los niños. Y seguro que se hubiera fijado, porque era una muñeca muy especial......
....Vamos a jugar que vienes de visita-propuso Momo.
-Hola-dijo la muñeca-, soy Bebenín, la muñeca perfecta.
-Qué amable de venir a verme- contestó Momo. ¿De dónde viene usted, señora mía?
-Te pertenezco- prosiguió Bebenín-. Por eso te envidian todos.
-Escucha, dijo Momo, así no podemos jugar, si siempre dices lo mismo.
-Quiero tener más cosas, contestó la muñeca, mientras pestañeaba.
Momo lo intentó con otro juego, y cuando éste también fracasó, con otro, y otro, y otro más. Pero no salía bien. Si la muñeca por lo menos no hubiera dicho nada, Momo habría podido contestar por ella, y habría resultado la conversación más bonita. Pero precisamente por hablar, Bebenín impedía cualquier diálogo.
Al cabo de un rato, Momo tuvo una sensación que no había sentido nunca antes. Y porque le era completamente nueva, tardó en darse cuenta de que era aburrimiento."
Un trocito de "MOMO", que el escritor alemán Michael Ende publicó en 1973.
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