*LA ORUGA, recogido en la recopilación CUENTOS INFANTILES, de la Ed. Rudolf Steiner.
En una ocasión, Padre Sol cabalgaba alegremente por el cielo azul mientras pensaba:
-Ya es hora de que llegue la Primavera. Madre Tierra y yo hemos de crear juntos la Primavera.
Entonces llamó abajo:
-Madre Tierra, mira hacia arriba, ha llegado el momento de la Primavera. Tenemos mucho que hacer.
Madre Tierra miró hacia arriba desde su retiro invernal y respondió.
-Sí, Padre Sol, realmente ya es hora de que llegue la Primavera. Derrama tus rayos resplandecientes sobre la tierra. Entonces podremos crear juntos la Primavera.
El sol brilló cálidamente, mientras Madre Tierra iba de un lado a otro, y allí donde ella sacudía su mano aparecían verdes retoños; más tarde, miles de capullos de colores como pequeñas estrellas se irguieron hacia la luz del sol.
Las pequeñas orugas salieron de sus huevos y empezaron a comerse las hojas de las plantas. A las plantas no les importaba -¡tenían tantas hojas!- y las orugas crecieron gordas trabajando activamente.
Una oruga acudió a Madre Tierra y empezó a refunfuñar:
-No está bien -dijo- las plantas tienen flores que pueden mecerse al viento y mirar al sol. Y yo he de permancer a la sombra de las hojas. ¿Por qué no puedo yo ser una flor y adorar al sol?
-Eres demasiado gorda -dijo Madre Tierra- tan sólo piensas en comer y en tu propio bienestar.
-Pero sé correr muy deprisa -dijo la oruga-. Dime cómo puedo convertirme en mosca. ¡Yo también quiero adorar al sol!
-¡Tienes grandes ideas, pequeña larva -dijo Madre Tierra.
Entonces habló lenta y solemnemente:
-Existe una manera de llegar a ser distinto, pero es difícil y peligrosa. Aquel que vino del sol y trajo nueva vida a la tierra fue quien enseñó cómo conseguirlo.
-¡Dime, dime!- gritó la oruga- ¿qué es lo que debo hacer?
-Tienes que ser muy valiente y estar dispuesta a morir -dijo Madre Tierra-. Primero tienes que hilar para ti misma un vestido de seda blanco. Después ceñirlo bien apretado alrededor de tu grueso y pequeño cuerpo, y después recostarte muy quieta y esperar. El vestido de seda se pondrá completamente tieso, y te sentirás como si estuvieses cautiva. Tu cuerpo se desvanecerá lentamente, y creerás que vas a morir. Mas cuando apenas quede algo de ti, un ángel vendrá del sol y moldeará tu nueva forma dentro de tu pequeña celda. Lentamente tu nuevo y delicado cuerpo empezará a formarse, y con él podrás adorar al sol.
-Lo intentaré- dijo humildemente la oruga, y empezó a hilar el blanco vestido de seda.
Cuando el tejido que le envolvía se puso duro, se recostó muy quieta, esperando y esperando. El tiempo se hizo muy largo. La oruga sintió que se desvanecía y se preguntó si moriría. Pero el ángel vino del sol con su nueva forma y se la ajustó. Poco a poco su nuevo cuerpo, mucho más delicado y hermoso, fue creciendo dentro de su prisión. Finalmente, ésta se abrió con fuerza, y la oruga surgió a la luz del sol. Se dio cuenta de que tenía alas doradas y de que podía volar hacia el sol. Alegremente gritó:
-¡Soy una flor que puede volar! Gracias Madre Tierra, gracias Padre Sol. Ahora realmente puedo adorar al sol.
Así, la oruga que se había convertido en mariposa voló de flor en flor, cantando alegremente al Sol.
*Foto: gusano de seda días antes de convertirse en capullo. Archivo familiar.
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